Este hombre de estatura baja, poco pelo en su cabeza, y una barriga que crecia con los años, de anteojos para ver de lejos, y ropa con olor a humedad, caminaba sin mirar otra cosa que no fueran sus pies.
Ellos eran su brujula, siempre apuntaban al norte, y le daban el rumbo que debia tomar.
Confió tanto en sus pies, que ese dia, de tanto caminar por el pueblo, comenzaron a dolerles, y en vez de sentarse a descanzar se sentó en el cordón de la vereda, se quito los zapatos, y descalzo siguió caminando.
Oscureció, la luna ya reinaba en el cielo oscuro con todo su esplendor, las estrellas parpadeaban y decoraban ese mantel negro y la gente de apoco se encerraba en sus casas para irse a descanzar.
Pero el necio, seguía caminando. Dio 25 vueltas a la plaza, 32 a la manzana, 12 al monumento de San Martin, y en la decimo cuarta vuelta a la escuela encontró dos pies que se toparon con los suyos de frente. Y se detuvo. Por fin, algo detuvo su caminata eterna.
Con precaución detecto que esos pies que estaban frente a los suyos era de mujer, unos pequeños zapatos de cuero rojo, con tira negra y boton blanco, bien lustadros y brillosos, eran el genesis de una piel blanca, piernas bien depiladas, rodillas redondas y pequeñas, y mas arriba, una pollera haciendo juego con los zapatos, con pequeñas flores en el estampado. Y mas arriba una remera blanca, con tonos rosas en sus hombros. Al cruzar los ojos, con los de la señorita, el caminante sonrio, contagiando la mueca en la chica, y ambos pidieron perdon por entorpecer el paso del otro.
Sin dudarlo el pequño hombre la invito a contar estrellas en la plaza. Ella timida acepto la invitación, y sus pies comenzaron a caminar el mismo rumbo por primera vez. Al final contaron alrededor de 480 estrellas, y finalmente despues de conversar un largo rato, ella tuvo que irse.
El hombrecito la acompaño hasta su casa, y con un beso en la mejilla y un hasta luego se despidieron.
Al otro dia, el caminante decidió esperar a que saliera ella de su casa. Pero las horas pasaban lento y tomó valor para golpear a la puerta. Abrió ella, tan hermosa como el dia anterior. O mas, porque la luz del sol iluminó su rostro mostrando una cara mucho mas perfecta que de noche. Y saco de su bolsillo sin decir una palabra una flor, del mismo color que sus ojos, dandose lentamente, ella estirando su pequeña mano la acepto con placer, abrazandolo y al oido susurrando: "hace años que te esperaba, sabia que nuestros caminos se cruzarian algun dia". El suspiró de tranquilidad, y susurrando en su oido le dijo: " Yo te busque toda la vida, sabia que te encontraria".
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PAL 2010

