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30 de marzo de 2010

Pequeño Caminante

Un hombre pequeño caminaba por un pueblo, al que habia llegado sin darse cuenta, manejando su auto una noche en la que decidió salir por ahi a pensar.
Este hombre de estatura baja, poco pelo en su cabeza, y una barriga que crecia con los años, de anteojos para ver de lejos, y ropa con olor a humedad, caminaba sin mirar otra cosa que no fueran sus pies.
Ellos eran su brujula, siempre apuntaban al norte, y le daban el rumbo que debia tomar.
Confió tanto en sus pies, que ese dia, de tanto caminar por el pueblo, comenzaron a dolerles, y en vez de sentarse a descanzar se sentó en el cordón de la vereda, se quito los zapatos, y descalzo siguió caminando.
Oscureció, la luna ya reinaba en el cielo oscuro con todo su esplendor, las estrellas parpadeaban y decoraban ese mantel negro y la gente de apoco se encerraba en sus casas para irse a descanzar.
Pero el necio, seguía caminando. Dio 25 vueltas a la plaza, 32 a la manzana, 12 al monumento de San Martin, y en la decimo cuarta vuelta a la escuela encontró dos pies que se toparon con los suyos de frente. Y se detuvo. Por fin, algo detuvo su caminata eterna.
Con precaución detecto que esos pies que estaban frente a los suyos era de mujer, unos pequeños zapatos de cuero rojo, con tira negra y boton blanco, bien lustadros y brillosos, eran el genesis de una piel blanca, piernas bien depiladas, rodillas redondas y pequeñas, y mas arriba, una pollera haciendo juego con los zapatos, con pequeñas flores en el estampado. Y mas arriba una remera blanca, con tonos rosas en sus hombros. Al cruzar los ojos, con los de la señorita, el caminante sonrio, contagiando la mueca en la chica, y ambos pidieron perdon por entorpecer el paso del otro.
Sin dudarlo el pequño hombre la invito a contar estrellas en la plaza. Ella timida acepto la invitación, y sus pies comenzaron a caminar el mismo rumbo por primera vez. Al final contaron alrededor de 480 estrellas, y finalmente despues de conversar un largo rato, ella tuvo que irse.
El hombrecito la acompaño hasta su casa, y con un beso en la mejilla y un hasta luego se despidieron.
Al otro dia, el caminante decidió esperar a que saliera ella de su casa. Pero las horas pasaban lento y tomó valor para golpear a la puerta. Abrió ella, tan hermosa como el dia anterior. O mas, porque la luz del sol iluminó su rostro mostrando una cara mucho mas perfecta que de noche. Y saco de su bolsillo sin decir una palabra una flor, del mismo color que sus ojos, dandose lentamente, ella estirando su pequeña mano la acepto con placer, abrazandolo y al oido susurrando: "hace años que te esperaba, sabia que nuestros caminos se cruzarian algun dia". El suspiró de tranquilidad, y susurrando en su oido le dijo: " Yo te busque toda la vida, sabia que te encontraria".
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PAL 2010