Juan salió temprano hacia el colegio, no había pasado una buena noche. Y todavía lo consumía el sueño, tal vez los gritos de sus padres y alguna que otra fantasía lo dejaron despierto por toda la madrugada.
Subió a su bici y pedaleó hasta la escuela. Esta todavía estaba cerrada, pero se podía escuchar a lo lejos el canto de la Portera, que mientras barría el patio entonaba una canción romántica.
Juan pensó que alguien malo no podría estar cantando tan hermosa canción, entonces decidió llamarla...
- Maria!!!, Maria!!! Soy Juancitoooo!!!!
Maria respondió al llamado, y curiosa le pregunto que hacia tan temprano en la escuela, mientras abría el portón de entrada.
Juan tiro la bici, sin importarle demasiado, y se abrazo a sus piernas como una garrapata. Maria, que conocía la historia de Juan permaneció en silencio, comprendió con ese abrazo lo que Juan necesitaba.
Entraron a la portería, Maria le preparo un rico café con leche, y corto algo de pan para que Juan desayunara. Hablaron de los viajes a la luna que Juan tenia, y de alguna que otra cosa. El pequeño se llego a dormir en un momento y Maria lo acomodó entre las sillas, a esperar que se hicieran la hora de abrir la escuela para los otros chicos.
